A Esdras Misas Respiro... El aire que entra en mis pulmones detiene el impulso del llanto, apacigua la presión en el pecho, desenreda mis pensamientos y abre paso a la palabra. Es increible como una acción, que en tiempos de calma es casi mecánica, puede accionar tantos procesos internos... Y todo culmina con una sonrisa. Pero mis lagrimas son corrientes de aguas que corren río abajo, sin final. Las nieves que lo alimentan son perpetuas y perviven por el influjo de la soledad, de la angustia renovada, de aquel miedo estimulado por recuerdos nocturnos de momentos felices... ¡malditos tiempos! Y otra vez me encuentro sumergido en la impotencia y en el desespero estúpido de aquel que sabe qué hacer y no encuentra las fuerzas. Camina a tientas por un sendero oscuro que no es más que una pesadilla absurda, el tomo nº12 de su libro de autotorturas, el desahogo conciente, que no es tal puesto que una piedra se interpone y te tragas todo! ¡maldita piedra! ...