Vuelvo a desempacar maletas
de un viaje que no se dió.
Vuelvo a ser yo,
con mis ilusiones totalmente evaporadas
bajo el rayo implacable de la decepción.
El espíritu y las buenas costumbres
volvieron a traicionarme
dejándome una sensación de estupidez e impotencia
y un cultivo de promesas desechables
que ante el menor deseo se romperán.
El empeño puesto en la idea
suele ser superior al que le doy a la resolución
y el resultado son maletas llenas
que nunca abandonan la casa.
Y mi boca se calla
pero en mi mente estallán voces críticas,
remordimientos, resentimientos,
ira, frustración, temor
y una estera calcinante bajo mis pies
en un laberinto infinito
decorado con millares de rostros grotescos
en una noche donde no llega
de la luna su resplandor.
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